Chimamanda Ngozi Adichie

Conocida mundialmente por su ensayo Todos deberíamos ser feministas, una adaptación de su charla TED de 2013, Chimamanda es mucho más que la mujer que puso, en pocas y sencillas palabras, el feminismo encima de la mesa.

Sus novelas, que al menor descuido te roban el corazón, abren las puertas de un mundo que muchas veces nos queda lejos. En ellas, Chimamanda nos presenta su país, Nigeria, en toda su complejidad y grandeza. Nos habla de la larga sombra del imperio británico, con el inglés como lengua de prestigio. Del desprecio a las tradiciones, que se vuelven primitivas, tribales incluso, indignas de una Nigeria Moderna. Pero también del orgullo, del amor a la tierra. Y de los que emigran para prosperar. De los que regresan y sólo encuentran desprecio a su paso (complejo de inferioridad a flor de piel). De los que se van para no volver.

Reivindicativa por naturaleza, Chimamanda no pierde la oportunidad de poner los puntos sobre las íes. En sus novelas, con mujeres fuertes que se abren paso hacia la libertad que necesitan. En su Instagram, con el proyecto «Wear Nigerian», subiendo solo fotos en las que viste ropa hecha en y por nigerianos. También defiende el pelo afro, alejando la idea de «dejadez» que durante años ha significado para las mujeres africanas llevar su pelo al natural, viéndose obligadas al uso continuado de abrasivos alisantes.

Pero volviendo a sus libros, sus historias fluyen lentamente, abrazándote, maravillándote. Y sin darte cuenta, te acercan a una cascada cuya caída te sacude y te golpea. Para luego recogerte en un final que vuelve lentamente a fluir. O al menos, así viví yo la cruda relación de Kambili con su padre en La flor púrpura, y los malentendidos entre Ifemelu y Obzine en Americanah.

Amaia Ascunce dijo en el podcast de Cristina Mitre que Americanah (y Chimamanda en general) era el libro que se le regala a alguien que no sabes si le gusta leer. Porque su lectura es fácil, pero su historia te atrapa.

Aún me quedan Medio sol amarillo y Algo alrededor de tu cuello por leer. Los guardo para un momento especial, como un superpoder. Y a la vez, les tengo respeto: sé lo que cuesta elegir un libro tras leer a Chimamanda. Nada parece estar a la altura de mi escritora favorita.

Alexandria Ocasio-Cortez.

La primera vez que oí hablar de Alexandria Ocasio-Cortez fue en enero de 2019, cuando fue noticia por llevar pendientes de aros y los labios pintados de rojo en el juramento de su cargo como congresista de los Estados Unidos. La congresista más joven de la historia de EE.UU., elegida a los 29 años.

También había oído hablar de ella como componente de «The Squad», un grupo de mujeres congresistas (Rashida Tlaib, Ilhan Omar, Aynna Pressley y Alexandria misma) que no dudan en plantarle cara a Trump. Mujeres valientes, fuertes, decididas que rompen el modelo «Hilary Clinton» de mujer política por su edad, su raza, o su religión.

Así que el documental de netflix A la conquista del congreso, llamó rápido mi atención.

Lo curioso de Alexandria es que, al igual que las otras mujeres del documental, no formaba parte del partido Demócrata antes de presentar su candidatura a las primarias. Es elegida por una organización llamada «Brand New Congress» cuyo objetivo principal es regenerar la política americana. Ayudar a «personas normales» a hacer políticas en beneficio de la gran mayoría trabajadora del país. Apartar del poder a personas (hombres, blancos, ricos, heteronormativos) que llevan años acaparándolo y que han perdido el interés en defender los derechos de los americanos de clase media/trabajadora (o quizá nunca lo han tenido).

Netflix nos presenta a Amy Vilela (una madre de Nevada, cuya hija murió como consecuencia de no tener seguro médico), Cori Bush (en lucha contra el racismo desde la muerte de Mike Brown a manos de la policía en 2014), Paula Jean Swearengin (hija de una familia minera en West Virginia, en lucha contra la contaminación en la zona que provoca muertes y enfermedades en todos sus habitantes) y Alexandria Ocasio-Cortez (camarera y barista del Bronx, hija de una trabajadora de la limpieza). Todas ellas decididas, valientes, pero sólo una de ellas lo logró. «Para que una entre, tienen que intentarlo cien» diría la propia Alexandria, poco antes de ganar, ante la derrota de una de sus compañeras.

Al final del documental Ocasio-Cortez comenta que le preocupa el cinismo que puede generar una derrota en un proyecto de este tipo. Cuando lo que demandas es atención sanitaria universal y gratuita, luchas contra el racismo o quieres proteger a tu gente de una muerte segura por contaminación del aire y el agua… Cuando lo que demandas es tan elemental y se te niega… ¿cómo seguir creyendo que un cambio es posible? Por eso la historia de Alexandria me parece tan inspiradora. Porque demuestra que es posible. Aun que haya que intentarlo 100 veces y fracasar.

Teoría King Kong.

Había un libro que siempre llamaba mi atención. Lo veía en librerías, ferias del libro, recomendaciones de Facebook,…siempre en la sección de feminismo. Era cuestión de tiempo. Un libro fundamental para entender las «nuevas claves» del feminismo. Total que lo he leído. He leído Teoría King Kong de Virginie Despentes.

Comienza así: «Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las malfolladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme.» Menudo golpe de efecto. Me atrapó. En ese primer párrafo había muchas palabras que me molestaban. Palabras que no uso y que conceptualmente no tolero, pero entendía el mensaje.

Disfruté el primer capítulo. Su lenguaje directo, agresivo, me hizo creer que había encontrado el libro que pondría blanco sobre negro. Que disolvería todas mis dudas sobre feminismo. No fue así.

La autora ataca las dinámicas de poder de una forma que me sonaba muy marxista y a ratos viejuna, pero me hacía gracia: una punkarra de los 80 explicándote el mundo como si aún fuesen los 80. Y aunque no concibo su idea de matrimonio, como relación de poder y de ascensión en la escala social… que al final, nuestro mayor mal se llame capitalismo, es una historia que puedo comprar.

Pero llega el capítulo 3. Y la historia de su violación. Y su necesidad de entender la violación como «un riesgo a asumir» por el derecho a salir a la calle. Y uff. Intelectualmente la sigo, veo sus argumentos pero el estomago se me hace pelotilla.

Y entramos en el capítulo de la prostitución. Al que sigue el del porno. Y su defensa a ultranza de la necesidad que dar unas garantías a las mujeres que se dedican a ello. Te cuenta su experiencia como prostituta ocasional. Ella elegía quién, cómo, dónde, y qué. Dinero fácil. Una forma de «sacarle partido» a «aquello» que hizo que la violaran. Y aunque te lleva de la mano, y sigues un argumento tras otro, … mi cabeza sólo repetía: no, no, no, no.

Visceralmente no puedo asumir que la prostitución o la pornografía sean «un trabajo como cualquier otro». Entiendo su defensa de que vivimos en una sociedad reprimida que lo único que pretende es negarles a los hombres (¿a todos?) que satisfazcan sus deseos. Y me suena a viejo, y a rancio. Pero aunque lo entiendo, no soy capaz de entender que alguien quiera «vender» si no es en situación de necesidad. Y ella insiste, es nuestra oportunidad de sacarle partido al patriarcado como mujeres. Pero yo ni veo el partido ni me gusta el juego.

El libro es corto y lo termino. Tiene frases geniales. Brutales. Y me deja una gran inquietud. Aún no tengo argumentos sólidos. Aún no tengo el blanco sobre negro que buscaba. Sé qué hay cosas en ese libro que no soy capaz de rebatir, y que no quiero ni puedo asumir. Así que seguiré leyendo, buscando. Incluso cuando no me guste. Es imprescindible comprender para transformar. Y aquí aún hay trabajo que hacer.

Leonora Carrington.

Me encantan los biopics y he leído bastantes biografías. Nunca me había parado a pensar por qué. Supongo que el hecho de que personas reales se salgan del camino establecido y consigan cosas alucinantes me hace creer que todo es posible. Me generan una admiración/motivación que me hace sentir invencible. Supongo que por eso me parece tan importante conocer historias de mujeres increíbles. De mujeres reales que hicieron cosas extraordinarias.

Leonora Carrington fue una avanzada a su tiempo. O eso decimos cuando analizamos su vida con las gafas del siglo XXI. Pero ella nunca tuvo interés en transgredir, tan solo en vivir la vida con sus propias normas. Odiaba las etiquetas, y siempre encontraba la manera de salirse del molde, de no caer en lo que se esperaba de ella.

Faltan pocos días para el noveno aniversario de su muerte y una vocecita impertinente me susurra al oído: «¿Será el 2021 el año Leonora Carrington?». Quizá en México sí. Vivió allí la mitad de su vida y llegó a ser muy querida y admirada.

El libro del que hoy os hablo se llama Leonora Carrington. Una vida surrealista. Si habéis llegado hasta aquí y no sabéis quién es Leonora Carrington, diré que fue una niña criada en la alta burguesía británica. Rechazó una vida cómoda, cito textualmente: de «joven de sociedad, decorativa, y luego esposa obediente» y escapó a París. Amaba pintar y allí comenzó una gran carrera como artista surrealista.

Su vida fue difícil. Huyó de su familia. De la guerra. De la enfermedad mental… Vivió en Francia, en España, Portugal, EE.UU, México… Conoció a artistas, escritores, marchantes de arte, fotógrafos… y no dudó en abandonar sus influencias cuando sentía que allí no encajaba. Aunque aquello perjudicase su carrera.

Es interesante ver cómo en todas las relaciones de su vida Leonora rechaza ser lo que se espera de ella. Como mujer, como madre, como artista, como amante… No quiso ser musa del grupo de surrealistas al que frecuentaba: ella quería crear. Rechazó una relación amorosa que la absorbía en pro de mayor tiempo y libertad para pintar. Rechazó publicitar su obra y caer en los convencionalismos de mecenas y galeristas, rechazó periodistas y fotógrafos.

El diario The Times dijo de su virtuosismo técnico que era tan bueno como el de una artista renacentista o flamenco. En sus cuadros podemos ver un mundo fantástico propio. Nutrido por la mitología céltica y su formación religiosa cristiana. En ellos Leonora pintaba el mundo tal y como ella lo sentía. Además de pintar, esculpía y escribía.

Si queréis entender mejor sus cuadros, en el libro se dan algunas claves (autobiográficas) para comprender mejor su universo creativo. Estas son algunas de las obras comentadas en el libro:

Algunas de mis citas favoritas del libro:

«Nunca había buscado complacer a los demás: no perdía tiempo en eso, y pensaba que la apartaba de las cosa importantes de la vida, que era serle fiel a su curiosidad sobre las ideas y sobre el arte«

«Es la historia del poder adquisitivo y la experiencia de los hombres frente al poder de la sexualidad y la juventud femeninas. Es la historia de la idea surrealista de la feme-enfant o mujer-niña, capaz de inspirar grandes obras de arte, pero de la que jamás se esperaba que creara nada«

«La seguridad, bajo cualquier circunstancia, es una ilusión«.

«Su idea del matrimonio está más extendida entre los hombres que entre las mujeres: lo veían como algo que era parte de sus vidas, pero ocupaba un espacio moderado, y no podía ni debía interferir en esa otra parte de ellas que dedicaban a las ideas y el arte«

«Disfrutaba de la oportunidad de hablar con alguien cuya vida, al igual que la suya, se basaba en la creencia de que la realidad era algo más amplio que el aquí y el ahora«.

«Pasó toda su vida buscando y estaba convencida de que buscar equivalía a no descartar nada ni nadie«

Masdar.

Ciudad ecológica. Ciudad libre de huella de carbono. Smartcity. Pero no ciudad del futuro. A pocos kilómetros de Abu Dhabi encontramos la (aún pequeña) ciudad de Masdar, cuya construcción está previsto que termine el año 2030.

Ahorro energético o sostenibilidad son conceptos totalmente ajenos a una sociedad que ha construido sus imponentes ciudades gracias al oro negro. Un país donde todo abunda y todo se puede comprar.

Suena tan chocante que construyan una ciudad libre de huella de carbono… que la única respuesta lógica que se me ocurre es el «greenwashig» o ecoblanqueamiento. Pero Masdar no es tan sólo una campaña de marketing. Es la apuesta de los Emiratos Árabes Unidos para cambiar su modelo de negocio: de proveedores de materia prima (petróleo) a economía basada en la tecnología. Es un intento de diversificar ingresos. También una inversión a futuro.

Tomando como referencia Silicon Valley, el estudio Foster+Partners ha diseñado una ciudad cuyo centro neurálgico es una universidad. Centrados en las energías renovables y la reducción de consumo de agua, los laboratorios de la universidad tienen una doble tarea: formar alumnos y aportar soluciones a las necesidades de la ciudad.

Viendo el documental «Building Green – Masdar City, exploring the future» llama poderosamente la atención una cuestión: Masdar es una ciudad diseñada hasta el más mínimo detalle.

Construir una ciudad en medio del desierto tiene sus particularidades. Tomando como referente los asentamientos árabes tradicionales: la proximidad entre edificios, la orientación de las construcciones para permitir pasar el viento, las torres de viento… Los arquitectos han asumido el reto de construir sin darle la espalda al clima.

Cada edificio ha sido estudiado para saber en qué horas incide el sol en su facha y con qué inclinación, lo que ha permitido diseñar la dirección de las ventanas y las celosías de cada edificio de forma individualizada. Además, los materiales de construcción han sido pensados para aprovechar los recursos y características de la zona, minimizando el transporte de materiales y maximizando la re-utilización y reciclaje de «residuos».

Al diseño cuidadoso hay que sumarle la constante investigación universitaria para mejorar la producción de energía y agua. Ósmosis reversa, campos y colectores solares, turbinas de vapor… Y el Gran Hermano. El consumo de agua y energía se mide y controla al milímetro. Saber quién ha consumido, cuánto y en qué momento. Si el consumo aumenta por encima de lo esperado durante el día, cuando anochece las torres de viento muestran una luz roja: todo aquello prescindible debe ser apagado, las duchas pueden esperar a mañana. El control individual acaba por volverse innecesario conforme crece la responsabilidad colectiva (al menos eso dicen).

¿Cuántos millones han invertido los jeques árabes? El ecologismo es una moda cara, diréis. Pero no es una moda. Es el único camino responsable hacia el futuro. Y tampoco tiene porqué ser la opción menos rentable: en Masdar se ha seguido la máxima de las 3P «People, planet, profit».

Y lo que sin duda han demostrado es que tan sólo mejorando el diseño de nuestros edificios podemos marcar una gran diferencia. Y ahorrar grandes cantidades de dinero en calefacción y aire acondicionado.

Zaha Hadid.

A veces imagino que, cual embrión y su placenta, nuestra mente es principio y final de todo. Nacemos calentitos con sus límites bien pegados a la piel. Aprehendemos y, sin esperarlo, se expande nuestro espacio. De pronto tenemos mayor libertad de movimiento y nuestra forma de ver todo cambia. Crecemos, aprendemos y nuestro mundo crece también. Los límites se van alejando. Por eso permanecemos siempre ávidos de conocimiento, de empujar los límites un centímetro más allá.

La primera vez que oí hablar de Zaha Hadid fue en el canal de youtube de Ter (que si no la seguís, os estáis perdiendo la salsa de la vida). Mi primer pensamiento fue: «¿¡Cómo no conozco a esta mujer!?». Y ahora, justo termino de ver el documental «Zaha Hadid: Who dares wins». Muy recomendable.

Zaha era una mujer nacida en el Iraq independiente de los años 50. Creció en un país que se modernizaba en cada aliento y en una familia (de clase alta) que le permitió experimentar cuanto quiso y tomar sus propias decisiones. Creativa y fuerte desde muy pequeña, vemos como sus múltiples referentes culturales y su amplitud de miras crean un marco donde la inspiración no puede más que trabajar a su servicio.

Su talento y grandeza es percibido por sus profesores y allegados de la Arquitectural Association de Londres mucho antes de que llegue su éxito profesional. Una mujer trabajadora, respetada en su comunidad, tan genial que todos quieren trabajar con ella antes incluso de construir su primer edificio. Mucho antes de ser la primera mujer en ganar el Premio Pritzker (el «nobel» de arquitectura), o de que le concedieran el Praemium Imperiale (uno de los premios internacionales de arte más importantes del mundo) o la Orden del Imperio Británico.

Mi intención era terminar aquí. Pero Zaha tiene (además de una empresa con 400 trabajadores) un compañero. Patrik Schumacher. Alguien a quien acoge como su protegido cuando aún no es más que un estudiante y llega a convertirse en director de su empresa y coautor de sus edificios.

En la entrevista, Zaha se nos muestra como una mujer generosa con su trabajo y su éxito profesional, que siempre habla en plural de todos sus proyectos. Él, en cambio, enciende todas mis alarmas cuando comenta «el gran ego» de la arquitecta. Donde vemos una mujer segura de sus capacidades, consciente de su gran talento y que agradece en varias ocasiones la lealtad y trabajo de sus compañeros y de entre ellos, especialmente a Patrik; él nos presenta una mujer con carácter, difícil de tratar y demasiado exigente.

Al terminar el documental, me siento frente al ordenador. Quiero saber más. Desmontar mi imagen preconcebida de un hombre que no encaja bien vivir a la sombra de una mujer. Pero lo que encuentro es lo siguiente:
1.- Zaha Hadid murió en 2016.
2.-Declaraciones de Patrick Shumacher abogando por la desaparición de la vivienda social y la privatización del espacio público.
3.- Patrick Shumacher quiere destituir a los 3 albaceas de la herencia (75 M€) de Zaha porque no le permiten tomar decisiones que estos creen irían en contra de los deseos de la arquitecta.
4.- Una entrevista a Patrick Shumacher en el tercer aniversario de la muerte la arquitecta en que comenta que está trabajando en un rebranding: parece que trabajar bajo el nombre de una mujer (Zaha Hadid Architects) no nos gusta. Aunque esa mujer sea una de las mejores arquitectas de la historia de la humanidad.




B.

Amanece un día gris, apagado, que en lo que tardo en hacerme un café se revuelve con violencia y moja nuestras ventanas. Decido darle color al día buceando entre nuestras artistas B. (¿No sabéis de qué hablo? Id a leer la entrada A., os espero.)

Absorta entre sus imágenes y tratando de imaginarme sus vidas cuando leo sus breves biografías, se me enfría el café.

La mañana vuela y desaparece, pero cada artista deja a su paso una estela brillante: «minimalista, inflexiblemente abstracto y austero», «función destructiva anulada», «antimonumentales», «sobrio drama de opulencia y sofisticación», «grupo de la Cripta», «frottages», «utopía sionista a la inversa», «planos vacíos y genéricos», «riesgo de salir volando», «diario que su familia sacó a la luz póstumamente», «cómo pintar albaricoques», «colocadas en función de su color de pelo», «los brazos se fusionan», «anishinaabe», «relieves totémicos», «círculo elitista», «pornografía, ironía e utopía», «desperdicios cotidianos», «instalación envolvente», «superheroína», «malformación», «ropa masculina», «desigualdad de género», «escombros», «se truncó trágicamente», «invisible, desconocido», «humor subversivo», «cámara de gas, cadáveres y supervivientes», «ensamblajes», «tiza y pastel», «purga comunista», «pantalla verde», «figura andrógina», «lo explicito queda velado», «resistencia pasiva» y «látex líquido».

Os dejo dos líneas temporales, para que como yo, os perdáis entre ellas en este día de lluvia.

Linea temporal B.
Línea temporal acumulada (A+B)

Mujeres artistas.

¿Por qué hablar de mujeres artistas? ¿Por qué tomarse la molestia?

En mi búsqueda interminable de referentes, de espejos en que probarme vidas distintas, no podían faltar las artistas. Pero de pronto me surgió una pequeña duda que amenazaba con dinamitarlo todo: ¿si estas mujeres no son conocidas, quizá es que su trabajo no era lo suficientemente bueno?

En seguida surgen mil excusas y disculpas. Tenían más dificultades para acceder a una buena formación, menos recursos para hacerse con pigmentos de la mejor calidad, menos apoyo social y familiar (muchas empezaban su formación en el taller de su padre y lo abandonaban al casarse). Es natural que fueran artistas menores. Además, muchas veces eran obligadas a dedicarse a géneros considerados menores (bodegones, flores, escenas domésticas..) y en pequeños formatos1. Pero espera un momento, ¿no están los museos llenos de obras de artistas menores hombres?

En su libro «Las olvidadas» Ángeles Caso hace la siguiente reflexión: grandes genios de la pintura, personas excepcionales cuyo arte sobresale al de sus coetáneos hay muy pocos. Muy muy pocos hombres. Y es lo normal. ¿Por qué entonces juzgamos a las mujeres, como colectivo, porque la mayoría de ellas no fueran sobresalientes?

Por otro lado, muchas de las obras de estas mujeres fueron erróneamente atribuidas (pese a estar firmadas) tanto a sus maestros, artistas de gran reconocimiento, como a pintores de su época. Así algunas obras de Frans Hals o Rembrandt eran en realidad de Judith Leyster (discípula de Hals)1. Obras de Tintoretto eran en realidad de su hija Marietta Robusti2. Obras de Sofonisba Anguissola se atribuyen a su coetáneo Sánchez Coello. Obras de Artemisia Gentileschi se atribuyen a su padre Orazio. La lista no acaba. Pero, ¿si tu obra puede pasar por ser de Rembrandt… cómo vas a ser una artista menor?

Es difícil justificar la autoría de una obra cuando no existen «recibos» por la venta de las mismas. Pero claro, si recordamos que recibir pagos en la época te equiparaba con ser una puta… Que como mis cuadros son tan buenos, tu me harás un regalo de gran valor. Pero de eso no quedará constancia.


1.- «Las olvidadas» de Ángeles Caso
2.-https://mujeresmirandomujeres.com/medievales-barrocas-renacentistas-tal-dia-como-hoy/

Virtuosa.

Se hacen las 20:00 y todos salen a sus ventanas a aplaudir. ¡Fíjate! El señor mayor del tercer piso no sale hoy, ¿estará enfermo? Quién sube, quién baja, quién hace cola en la farmacia. En esta reclusión, las calles nos han dado mucha vida.

Pero, si eres mujer, asomarse a las ventanas es considerado prueba de escasa virtud1. O al menos si eres mujer en el siglo XVII. La virtud, algo fundamental, cubrirá de celosías tus ventanas, dictará cómo vistes, cuándo y cuánto puedes pisar la calle e incluso a qué dedicas tu tiempo libre.

Cómo visten las mujeres es incluso un asunto de gobierno, de hecho se registran quejas al rey1: ¡las mujeres van tan tapadas que intento aprovecharme de una y resulta ser mi hermana! ¡Qué falta de autocontrol caballeros…!

Así que encerrada en tu casa (a salvo de asaltos y murmuraciones), pasas el día leyendo. No. Espera. Si te lo puedes permitir (porque con el precio de una novela recién publicada, se alimenta una familia dos semanas2), quizá tu esposo no esté de acuerdo.

Leer la biblia te convierte en una esposa más devota, fiel y en definitiva mejor. Así que pensando en tu futuro, quizá de niña tu padre tuvo a bien que aprendieses a leer. Pero ¡cuidado! Leer no es una actividad exenta de riesgos. Además de aportar pensamientos que podrían violentar la frágil mente femenina, la lectura puede producir «flatulencias, oclusión de intestinos y alteraciones de la salud sexual»2. Conscientes de los peligros de la lectura ligera, en Castilla, la impresión de novelas estuvo prohibida durante 9 años (de 1625 a 1634)1.

Pero si quieres dedicar tu tiempo a algo más activo, recuerda: la creación artística está reservada a los hombres. No hay beneficio alguno en que una mujer exprese sus ideas. Protegida de ver y ser vista, protegida de leer y ser leída, … ¡y sin Internet! Qué difícil ser mujer en el barroco.

A penas 100 años antes (s. XVI), la gran Sofonisba Anguissola tuvo que ser nombrada dama de honor de Isabel de Valois (tercera esposa del rey Felipe II de España) para poder «trabajar» como pintora en la corte1. Y digo trabajar, así, entre comillas porque recibir dinero por unos servicios prestados convertía inmediatamente a cualquier mujer de la época en una prostituta.

El siglo XVII no fue mucho mejor, pero ello no impidió que muchas mujeres pusieran en riesgo su reputación para dedicarse a la creación artística. Desafiaron a sus padres, se expusieron a las críticas despiadadas de sus compañeros, perdieron su buena imagen e incluso su virtud, vivieron en ocasiones en la más absoluta pobreza pero tomaron las riendas de sus vidas.

No quiero romantizar sus vidas. No las quiero convertir en heroínas. Sufrieron. Sus familias las repudiaron, aunque ellas las mantuvieran con sus ganancias. Cargaron siempre con el desprecio de ser mujer y atreverse a inmiscuirse en cosas de hombres. Sus retribuciones fueron menores y aún así muchas llegaron muy alto. Y la historia las ha silenciado. Las ha olvidado conscientemente. Sus obras durante siglos han sido atribuidas a otros artistas, como si las firmas en sus cuadros desaparecieran. Ceguera voluntaria ¿transitoria?


1.- «Las olvidadas» de Ángeles Caso
2.-«Las mujeres que leen son peligrosas» de Stefan Bollmann

A.

En verano de 2018 leí un artículo (que no consigo encontrar), en que una mujer explicaba su determinación de leer tan sólo libros escritos por mujeres. ¿Eres capaz de citar tantos nombres de mujeres escritoras como de hombres? Aquella pregunta me decidió. Tan feminista como yo me consideraba… ¡y mis autores de cabecera eran en su gran mayoría hombres sin haberme percatado siquiera!

Estuve hasta bien entrado 2019 leyendo exclusivamente mujeres. Me enfrenté a mesas de novedades en que no había ninguna mujer y a carteles de «escritor del mes» que nunca antes habían llamado mi atención. Así, cuando hace pocos meses decidí sumergirme en el mundo del arte, os podéis imaginar cuál fue una de mis primeras preocupaciones. Pero pronto descubrí el libro que da pie a esta entrada: «Grandes mujeres artistas» de la editorial Phaidon.

En este libro encontramos una breve biografía y una imagen de la obra de 400 artistas diferentes ordenadas por orden alfabético. Pensando cómo enfrentarme a este libro casi enciclopédico (aunque a su vez demasiado breve: tan sólo un bocadito de cada artista) se me ocurrió la idea de crear una línea temporal en la que ir ordenando las artistas presentes en el libro. Tan sólo una excusa para bucear en Internet buscando su obra.

En la ficha de cada autora he incluido el resumen breve que ofrece Wikipedia sobre ellas, así como el enlace a la entrada completa. En algunos de estos «trailers» he encontrado palabras (o expresiones) que por su peculiaridad o por su fuerza me han llamado la atención (algunas de ellas sólo revelan su magia en el contexto, os animo a buscarlas). Estas son las palabras que definen a nuestras artistas A: pionera, autorretrato, surrealista, profesora de la Bauhaus, fotógrafa de los freaks, regalo, literatura multiétnica, fuerza impulsora, identidad, tapiz, grabados vibrantes, pan de oro y plata, feminista, cofundadora, madrina, experimental, necesidad de comer, otredad, internacional, pinturas bordadas, transiciones, listado alfabético de nombres de persona en alemán, erróneamente, bodegones.

(Haz click en el enlace para ir a la linea temporal)